martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO 14





Paula se frotó los ojos. Alguien la había tapado bien con el saco de dormir para que no pasara frío y enseguida miró a la única persona que estaba en la habitación con ella.


-¿Has dormido bien? -preguntó él.


-Sí, gracias. ¿Qué estás haciendo?


Pedro estaba sentado junto a un ordenador portátil.


-Escribiendo algunas cartas.


-¿Qué hora es?


-Casi las siete.


-¡Las siete! Oh, Dios mío...


Pedro apagó el portátil y lo cerró, antes de mirarla con ironía.


-¿Qué sucede? ¿Hay algún problema?


-Tengo que preparar el desayuno a mi padre y a mis hermanos.


-¿No pueden hacerlo ellos?


-Claro que pueden. Pero quiero que las cosas sean...


-¿Iguales?


-No sé qué quieres decir.


-Claro que lo sabes. Quieres sustituir a tu madre. Pero ¿no se te ha ocurrido pensar que tal vez su intención fuera precisamente que notaran su ausencia?


-No sabes lo que dices. Mi madre no es una mujer frustrada ni una menopáusica que...


-¿Eso es lo que piensan los hombres de tu familia? —la interrumpió.


-No. Además, no se trata de eso.


-¿En serio?


-Sí. Me preocupa que se pregunten dónde estoy.


-Claro. Y no quieres que sepan que has pasado la noche conmigo.


En realidad, Paula no estaba tan preocupada. 


Su reputación era muy buena, demasiado buena. Siempre la habían tomado por una especie de Mary Poppins y no la asociaban precisamente con el sexo.


-Aunque quisiera contárselo, nadie me creería -dijo, cubriéndose los desnudos senos con las manos.


-Anda, ponte el pijama y deja de hacer cosas ridículas -declaró él, mientras le daba la prenda-. Pero si esperas que me dé la vuelta para vestirte, tendrás que esperar mucho tiempo.


-No te comportas como un caballero.


Pedro se limitó a mirarla, sonriendo. Al parecer había encontrado divertido el comentario.


-Me siento perfectamente segura con mi cuerpo -protestó ella.


-Sí, ya lo veo -se burló él.


Sin embargo, el gesto de diversión desapareció rápidamente del rostro de Pedro. De repente, volvió a aparecer entre ellos una tensión que bastó para acelerar el corazón de la mujer.


-Anoche... -acertó a decir él.


-Anoche -repitió ella-. Sí, fue una locura, ¿no crees?


-Una locura maravillosa. Una experiencia sexual sublime. ¿Era eso lo que ibas a decir?


Paula no iba a decir nada. Tenía bastante con el sencillo hecho de intentar respirar.


-Me alegra que disfrutaras -dijo ella al fin.


-¿Tú también disfrutaste?


—Sabes que sí.


-Sí, creo que mencionaste algo al respecto.


Paula se incorporó y comenzó a ponerse los pantalones.


-¿Por qué huyes ahora?


-¿Y tú lo preguntas?


-No te comprendo...


-No eres la persona más adecuada para hablar de huir y de esconderse. ¿Qué estás haciendo aquí? Yo diría que huyes de algo.


-Solo huyo de las navidades.


-No lo creo. Estoy segura de que hay algo más -declaró, mientras se vestía.


-¿A qué te refieres?


-A nada.


-No mientas. Lo noto en tu cara.


-Mi cara es así.


-Pues no serías muy buena jugadora de póquer.


-Solo estaba pensando.


-¿Puedo preguntar qué?


-No me parece que seas de la clase de personas que huyen. Y aunque huyeras, ¿por qué has querido ocultarte aquí? -preguntó, mirando con desagrado a su alrededor.


-Si yo fuera tú no diría esas cosas delante de los encargados de la oficina de turismo de Yorkshire.


-Me refería a esta casa.


-¿Y por qué no?


-No tiene electricidad y supongo que las cañerías están en mal estado...


-Supones bien. Yo que tú no intentaría acercarme al cuarto de baño.


-Gracias por el consejo. Pero todavía no has contestado a mi pregunta.


-Tal vez porque no es asunto tuyo.


-Bueno, ahora sí que me has puesto en mi sitio, ¿verdad? -declaró ella.


Paula se volvió y avanzó hacia la salida para marcharse, pero él la detuvo.


-Espera. Te lo contaré. Los albañiles que están arreglando la casa de mi amigo le mintieron y le dijeron que la rehabilitación estaba muy avanzada. Vine porque creía que la casa se encontraría en buen estado.


-Entonces, ¿no te vas a quedar?


-No pensaba quedarme.


-¿Y qué ha cambiado?


Pedro sonrió.


-Me gustan los vecinos.


Paula se ruborizó.


-Ya. Lo que quieres decir es que quieres volver a acostarte conmigo. Pero te equivocas. La de anoche fue la última vez.


— ¿Te asusta la idea de mantener una relación basada en el sexo, Paula?


-No. Me encanta.


-Y te excita.


-¡Es absoluto! -protestó.


-Mentirosa. Me deseas y los dos lo sabemos.


Paula rio.


-¿Por qué no te golpeas el pecho y me arrastras a una caverna?


Pedro pensó que la idea no era mala, aunque él prefería un hotel con una bonita habitación, un buen cuarto de baño y un servicio de habitaciones.


-Decirlo no sería muy políticamente correcto, pero...


-Entonces, no lo digas.


-Paula, ¿te arrepientes de lo que pasó anoche? ¿Te arrepientes de haber hecho el amor conmigo?


-No -admitió, a regañadientes.


—Desde que te vi por primera vez, yo...


-No sigas. Cuando me viste por primera vez, me tomaste por un chico. Y además, no estamos hablando de entonces, sino del ahora.


En realidad, Paula no quería hablar sobre ello.


No quería hablar de nada con un hombre que le resultaba tan irritante.


-Me voy a casa -continuó ella-. Así que apártate de la puerta.


-Te acompañaré.


-¿Bromeas?


-Bueno, esperaba que me dejaras usar tu ducha. O mejor aún, tu bañera.


-No se puede negar que eres muy atrevido.


-Y por si no lo recuerdas, me duele un hombro y tengo un par de costillas rotas y varias heridas. Pero por supuesto, no dejes que eso influya en tu decisión -se burló.


Paula sonrió a su pesar.


-Mi casa no es un hotel.


-Entonces, ¿no me invitas?


La mujer entrecerró los ojos.


-Está bien -capituló-. Pero si le dices algo a mi familia, aunque sea una simple insinuación...




No hay comentarios:

Publicar un comentario