martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO FINAL





Tardaron más tiempo del normal en vestirse porque varias de las prendas habían desaparecido. Por fin, encontraron las braguitas de color rosa de Paula en el árbol de Navidad.


-Quedan tan bien donde están que quitarlas me parece una pena -dijo él.


-Creo que ya sé lo que te voy a comprar como regalo de Navidad. Lo recibirás un poco tarde, pero te gustará.


-¿Es un secreto? -preguntó.


-No, es un vestido.


-¿De mi talla? -rió.


-No, de la mía.


-Suena prometedor.


-Te va a encantar.


Él la miró de repente y dijo:
-Te amo.


-¿Sabes una cosa? Creo que voy a echar de menos este lugar -dijo, abrazándolo. 


-No tendrás que echarlo de menos. 


-¿Y eso? -preguntó, ausente, mientras frotaba su mejilla contra uno de sus brazos.


-He gastado tanto dinero en este lugar que creo que voy a comprarlo. 


-¿Vas a comprarlo?


-Sí. Soy un hombre tan flexible como el que más, pero no quiero compartir habitación con los gemelos cada vez que vaya de visita a casa de tus padres. 


-¿Y piensas visitarlos muy a menudo? 


Paula tuvo la impresión de que Pedro había pensado bastante en todo aquello.


-Es obvio que lo haremos cuando estemos casados. Y por mucho que me gusten tus hermanos, dudo que dormir a un bebé sea fácil si ellos están en la misma casa.


-¿Has dicho «cuando estemos casados»? -preguntó, asombrada.


-Sé que no lo hemos discutido, pero es obvio que si tenemos un niño... 


-¿Un niño?


-Naturalmente, dejaría de trabajar un año o algo así para ayudarte con él.


-¿Puedo decir algo al respecto o ya lo tienes todo decidido?


-¿Es que no quieres tener hijos? -preguntó-. Bueno, no es un problema.


-¡Por supuesto que quiero tener hijos!


-¿De quién?


-¿Cómo que de quién? De ti, claro.


—Entonces, tendrás que casarte conmigo -dijo, sonriendo.


-Puede que la gente se case por esa razón, pero yo no soy así -dijo, con total convicción.


-Entonces, ¿por qué razón te casarías conmigo? -preguntó, mientras se metía las manos en los bolsillos.


-Me casaría con un hombre sin el que no pudiera vivir, con un hombre con el que quisiera compartirlo todo, con un hombre...


-Con un hombre como yo -la interrumpió.


-¿Eso es una afirmación o una pregunta?


-Eres una bruja. Durante un minuto, me has hecho dudar...


Ella lo miró y extendió una mano.


-¿Es un trato?


-No seas tonta -dijo, mientras la abrazaba-. Esto hay que sellarlo con un beso, no con un apretón de manos.


-Lástima. No tenemos muérdago para besarnos debajo de una rama.


-¿Quién lo necesita? -preguntó, mientras echaba la cabeza de su amada hacia atrás.


Paula pensó que tenía razón y suspiró antes de dejarse llevar entre sus brazos.




CAPITULO 29




La puerta, decorada con una corona de Navidad, se abrió en cuanto Paula puso la mano en ella. Estaba a punto de hacer lo más difícil que había hecho en toda su vida, pero caminó hacia el salón y entró.


Iba a anunciar su presencia, pero se quedó sin habla. Todo el lugar estaba decorado con motivos navideños, desde luces de colores a multitud de pequeños Papá Noel, y el árbol era tan alto que pensó que debían de haberlo instalado con ayuda de un grupo de técnicos.


-Dios mío, ¿qué has hecho aquí?


-¿Te gusta? Es cortesía del tío Ricky. Le compré todas las existencias -declaró Pedro.


Su amante llevaba unos vaqueros oscuros y un jersey de cachemir. Se había subido las mangas y podía ver sus fuertes brazos.


Paula intentó no concentrarse en la visión del atractivo individuo y miró de nuevo el árbol de Navidad. Era completamente incapaz de mirar a Pedro sin desearlo.


-Veo que optaste por la teoría de que las grandes cantidades son siempre mejor.


-Más o menos.


-Pues te felicito. Ha funcionado.


-Ten en cuenta que he cambiado. Ya no huyo de nada. Ya no volveré a huir.


-Si intentas decirme algo, ¿por qué no lo haces directamente? No estás siendo precisamente claro.


-Intenté prepararlo todo para que la escena tuviera un gusto aún peor, pero por desgracia no conseguí encontrar un disfraz de Papá Noel que me quedara bien. Y es una pena, porque había elegido un modelo con varios cierres de velero estratégicamente situados. Al tirar de ellos, se caía todo el disfraz.


-Qué horror -dijo, entre risas.


-Era muy ingenioso -observó, mientras avanzaba hacia Paula-. Pero me alegra que hayas venido.


-Clara puede ser muy persuasiva cuando quiere.


-Es una gran mujer.


-Y muy hermosa.


-¿En serio? No lo había notado -dijo, sonriendo-. Mira, Paula, no estoy interesado en mujeres hermosas. Estoy interesado en ti.


Ella empezó a reír, pero su risa no sirvió para rebajar la tensión del ambiente.


-¿Empezamos de nuevo?


Paula asintió.


-Estoy tan nervioso que no sé lo que digo.


-¿Estás nervioso?


-¿No me crees?


-No pensé que fueras tan...


-¿Humano? -preguntó-. Mi vida depende de que esto salga bien, así que creo que tengo derecho a estar nervioso.


-Entonces, tal vez deberías explicarte.


-¿No quieres sentarte?


Paula negó con la cabeza.


-Dijiste que me amabas y yo salí corriendo. Después, te dije que te amaba y tú saliste corriendo. ¿Te has preguntado por lo que podría pasar si los dos lo dijéramos al mismo tiempo?


-No me gusta perder el tiempo con especulaciones sin sentido.


-A mí tampoco, corazón -dijo, con sonrisa de depredador-. Sé que reaccioné mal cuando me dijiste que me amabas, así que comprendo que actuaras con escepticismo cuando yo hice lo mismo. Pero lo importante es otra cosa.


-¿Qué cosa?


-Que si no hacemos algo vamos a arruinar nuestras vidas, Paula, y no pienso permitir que hagas eso.


-Bueno, habla entonces. Te estoy escuchando.


-Fui a verte porque pensaba que estabas embarazada.


-Pero no lo estoy.


-Es cierto, pero sirvió para que viera las cosas con más claridad. Aceleró el proceso, por así decirlo.


-¿Qué proceso?


-El que me hizo ver que se puede tener la suerte de amar más de una vez. Además, Jhoana está muerta.


-Se cómo murió, Pedro.


-Fue terrible, Paula. Estaba tan feliz con la idea de tener un niño... Y de repente, murió ante mí sin que pudiera hacer nada por ayudarla.


-Lo sé -dijo, mientras tomaba sus manos.


-Yo era su marido. Debía protegerla y no lo hice. Aquello fue demasiado para mí.


Paula cerró los ojos y derramó una lágrima. Pedro tenía heridas muy profundas, aunque en general no las enseñara.



-No quería volver a encontrarme en una posición en la que pudiera volver a fallar a una persona que amara. ¿Me entiendes? En realidad, estaba siendo muy arrogante. Intentaba controlarlo todo. Pero entonces apareciste tú y despertaste el amor en mí. Te odié por ello.


-Yo también me odié por ello.


-No quería creer lo que estaba pasando y cuando no tuve más opción que creerlo, me convencí de que no era la persona adecuada para ti. Sé que me comporté mal y lo siento, pero ahora quiero enmendar el error.


Pedro se detuvo un instante antes de seguir hablando.


-Huir se convierte pronto en una costumbre. Y en cierto modo, la idea de que estabas embarazada me sirvió como excusa para no tener que pensar en la razón por la que quería estar contigo. Como excusa para no enfrentarme a mis propios sentimientos. Nunca creí en el amor a primera vista. En el deseo a primera vista sí, claro, pero no en el amor. No fue así con Jhoana... Oh, siento haber dicho eso.


-No lo sientas. Tienes un pasado, al igual que yo, pero lo que importa es el futuro.


— ¿Quiere eso decir que...?


Ella apretó sus manos, pero enseguida se apartó para poder acariciar su cara. Pedro hizo lo mismo y la mujer parpadeó.


-Cuando por fin te abres a los demás, lo haces a fondo -dijo ella.


-Supongo que te sentirás muy desilusionada...


-No seas tonto. Te estoy diciendo que te amo y no es la primera vez que lo hago. Pero te advierto que si reaccionas como la última vez...


Paula no tuvo ocasión de terminar la frase, porque en aquel momento la miró con puro deseo y se inclinó sobre ella para besarla. Ella pasó los brazos alrededor de su cuello mientras él la levantaba para llevarla hacia la enorme cama que había comprado.


-Te amo -dijo él.


Paula asintió y sintió que la acariciaba por debajo del jersey, descendiendo hacia su estómago.


-Dime que amas, Paula.


-Yo...


En aquel instante, los dedos de Pedro se cerraron sobre uno de sus pezones y Paula olvidó lo que iba a decir.


-¿Sí?


-Yo...


Él le apartó el cabello de la cara y la besó en la punta de la nariz. Paula sonrió, satisfecha, y supo que la amaba realmente.


-Ahora recuerdo lo que quería decir, Pedro. Te amo.


-Me alegra mucho -dijo, con una sonrisa-. Solo espero que no lo olvides nunca.


-¿Qué harías si no lo recordara?


-Esto -respondió, quitándole el jersey-. Y esto.


El sostén de Paula desapareció en menos de un segundo y el permaneció en silencio, contemplando sus bellos senos.


-¿No te parece una medida un poco drástica?


-No. ¿Quieres saber lo que es una medida drástica? Esto. Y esto...


-Amenázame un poco más -susurró ella, mientras terminaba de desnudarla.


-¿Así?


Entonces, él apartó sus muslos y entró en su cuerpo.


-Sí, exactamente así -gimió Paula, al sentirlo en su interior-. ¿Hay más?


Él rió.


-Tanto como quieras.


-Creo que debería marcharme -dijo Paula un buen rato después-. Aunque no quiero hacerlo.


-Entonces, no te vayas.


-Me gustaría quedarme, pero tengo que hacer muchas cosas para mañana. Mi madre sufrirá un ataque si no la ayudo, y no quiero que se agobie demasiado.


Pedro apartó las sábanas, exponiéndolos al frío aire.


-En ese caso, será mejor que te marches.


Paula se puso de lado y se apoyó en un codo.


-¿Me estás expulsando de la cama?


-¿Prefieres que te haga una demostración de posesividad?


La mujer puso una mano sobre su pecho y jugueteó con su vello.


-Bueno, no estaría de más que hicieras algo que demuestre que me echarás de menos.


-No te echaré de menos porque pienso ir contigo.


-¿En serio?


-Sí, a no ser que tengas alguna objeción.


-¿Estás seguro?


-¿No quieres que te acompañe?


-Por supuesto que quiero que me acompañes -le aseguró, mientras admiraba su cuerpo de forma lasciva-. Pero no estaba segura de que realmente quisieras vivir una de nuestras típicas navidades familiares.


-Yo solo quiero estar a tu lado.


Había tanto amor en la mirada de Pedro, que los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.


-Y yo solo quiero estar contigo.


-Entonces, vistámonos antes de que pillemos una pulmonía.


Pedro se levantó de la cama y ella lo observó con detenimiento. Era evidente que él se sentía completamente seguro con su desnudez.


-Si quieres que nos marchemos, no hagas eso.


-Solo te estoy mirando.


-Estás haciendo algo más que mirarme. Me estás devorando con la mirada.


-Si no te gusta, vístete.


-Me vestiré, pero no porque no me guste.




CAPITULO 28





-A VER si lo entiendo. Te ha dicho que te ama, ¿y tú te has marchado corriendo porque también lo amas? ¿Lo he entendido bien? -preguntó Clara.


A Paula no le hizo gracia que su hermana se burlara de ella. Esperaba un poco de solidaridad.


-Está mintiendo -dijo.


-¿Cómo sabes que está mintiendo? Puede que hayas cometido un grave error.


Paula se quitó la toalla que tenía sobre los hombros y avanzó hacia el cuarto de baño para quitarse la mascarilla que se había puesto y que para entonces ya estaba dura como el cemento.


-No deberías quitártela todavía. Si la dejas tan poco tiempo, no te hará efecto. Pero ¿qué me dices de Pedro?


-¿Qué quieres que te diga de él? No debí contarte nada.


-Considera la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad.


-Ya te he dicho que mintió. Lo dijo porque pensaba que estaba embarazada.


-Ya, y cuando le contaste que ibas a ser hermana en lugar de madre, te dijo que te quería. Pues no me parece que ese fuera el comportamiento normal de una persona que estuviera mintiendo. Vamos, Paula, ¿estás ciega? Si realmente solo le importara el bebé, al saber que no estabas embarazada se habría marchado.


-Pedro tiene mucho estilo. Y no me mires de ese modo. Cuando le dije que no iba a ser madre, se quedó devastado. Solo intentó animarme, nada más. Si estuviera enamorado de mí, me lo habría dicho antes.


-Tal vez no lo haya sabido hasta ahora.


-Te había tomado por una persona realista.


-Mira, Paula, en este caso estoy haciendo de abogado del diablo porque si sigues con él me moriré de envidia, y si no sigues, es posible que me sienta tentada a... Bueno, supongo que no se podría decir que fuera un segundo plato si realmente no te ama.


-Qué lista eres -se burló-. ¿Y qué hay de la pelirroja?


-Es su hermana, ya te lo he dicho. Confiésalo. La idea de que yo pueda acostarme con tu hombre, te disgusta.


-No estoy de humor para juegos, Clara. Estoy enamorada de él, no es ningún secreto.


-Esto no es nada normal en ti, Paula.


-¿De qué estás hablando?


-De que estás muy nerviosa. Es obvio que no estás segura de que no te ame. Se sincera. Deberías hacer algo para salir de dudas.


-¿Y qué propones que haga?


-Podrías ir a la vieja mansión y preguntárselo.


-¿Qué? -preguntó, dejando el cepillo con el que se estaba peinando.


-Está en la mansión, esperando.


-¡Esto ha sido un montaje! Maldita sea, ¿cuánto le ha costado? -preguntó, ofendida-. Oh, no quería decir eso, Clara, perdóname. Es que estoy muy alterada. Y dices que está en la vieja mansión...


-Sí. Te está esperando.




CAPITULO 27





Las dos mujeres se alejaron y Cata dijo:
-Pedro, sería mejor que nos movamos de aquí. Estamos interrumpiendo el paso.


-Catalina, ¿qué sabes de embarazos y de esas cosas?


-Bueno, he leído mucho y asistí a varias clases sobre maternidad en el colegio, pero... ¿No podrías ser más específico?


-¿Cuánto tiempo pasa antes de que una mujer esté segura de que se encuentra embarazada?


-Supongo que depende del ciclo, pero se puede saber perfectamente con una sencilla prueba. He oído que son muy exactas.


-Oh, Dios mío.


-¿Qué sucede, Pedro?


-Las bolsas que llevaban. ¿No te has fijado? Estaban llenas de ropa de bebé.


-¿Y tú crees que el bebé podría ser tuyo? Oh, vamos, que alguien compre ropa de bebé no quiere decir que esté embarazada. Seguramente son regalos para alguien.


-¿Tanta ropa de bebé para una sola persona? Tengo que marcharme, Cata.


-Sabía que lo harías.


-Te veré más tarde.


Pedro se dirigió directamente a la casa de los Chaves, pero no parecía haber nadie. Pensó esperar allí. Sin embargo, estaba demasiado alterado y prefirió conducir hacia el cercano pueblo por si encontraba a alguno de los miembros de la familia. Poco después de aparcar, encontró a los dos gemelos en el interior de la iglesia, así que entró y decidió esperar.


Pero en aquel momento se llevó una buena sorpresa. El coro subió al escenario y en mitad de sus integrantes pudo ver a Paula.



***

-Has estado muy bien, Paula. -Creo que me voy a desmayar.


-Deberías tomar una copa.


-¿Una? Me vendrían bien varias. Y teniendo en cuenta que la culpa de que acabara en el escenario es tuya, tendrás que invitarme tú.


Oscar Wells sonrió.


-Me parece bien. ¿Te encuentras mareada?


-No, ya no. Pero tendré que tomarme esa copa en otro momento. Mis padres me están esperando.


-No son los únicos que te esperan.


Paula se volvió hacia el origen de la familiar voz, que apareció de las sombras.


-Tiene usted una voz excelente -dijo Oscar-. ¿Cómo se llama?


-Pedro Alfonso.


-Encantado de conocerle. Yo soy Oscar Wells.


Pedro lo observó y pensó que era demasiado joven y atractivo para ser sacerdote.


-Hola, Paula.


-¿Qué estás haciendo aquí?


-Me gusta la música.


-¿Has oído toda mi interpretación?


-Sí.


Paula se estremeció. La idea de haber estado cantando ante él hacía que se sintiera ridículamente vulnerable.


-Pedro piensa que tengo una voz horrible -dijo ella al cura.


-Estoy seguro de que eso no es cierto, Paula.


-Bueno, es verdad que le falta potencia y profundidad y que...


-¿Lo ves? Te lo he dicho. Pero ¿desde cuándo eres crítico musical? -protestó ella.


Él no hizo ningún caso y siguió explicándose.


-A pesar de eso, has cantado como los ángeles -declaró Pedro.


-¿En serio?


-Sí. Aunque no puedo ser muy objetivo en este caso.


-¿No?


-No. Hay momentos en la vida en los que un hombre debe admitir su derrota.


-¿Qué estás intentando decir, Pedro?


Pedro se acercó a ella y puso las manos en su cintura. Al ver la escena, el cura decidió alejarse.


-¿Quieres que le diga a tus padres que volverás sola a casa, Paula?


Oscar lo preguntó sin esperar respuesta, así que tampoco le importó cuando no obtuvo ninguna.


-Debiste habérmelo dicho -declaró entonces Pedro.


-Te lo dije -observó ella.


-¿De qué estamos hablando?


-De que te amo y que llegué a pensar que podrías amarme, pero obviamente no es así.


-Pero debiste contarme lo del bebé.


-¿Cómo lo has sabido? ¿Te lo ha contado mi madre?


-¿Ella lo sabe? Me alegra que se lo hayas dicho.


-¿Que se lo haya dicho? -preguntó, extrañada-. No tenía que decírselo, tonto.


-Bueno, supongo que una madre nota esas cosas.


-Sí, al principio se sorprendió mucho pero ahora ya se ha acostumbrado a la idea.


-¿Y tú? ¿Cómo te sientes sabiendo que vas a ser madre?


-¿Qué has dicho?


-He preguntado que cómo te sientes. Yo también me sorprendí, pero ahora estoy encantado.


-¿Se puede saber de qué estás hablando, Pedro?


-De ser padre, claro está.


-¿Crees que estoy embarazada?


-Claro, estamos hablando de eso. Tal vez deberías descansar un poco.


-No, creo que eres tú quien debería descansar. Me parece que te has equivocado.


-No es necesario que mientas, Paula. He visto la ropa de bebé que has comprado.


-Pedro, yo no estoy embarazada.


-¿Quieres decir que ha sido una falsa alarma?


-Quiero decir que nunca he estado embarazada. Estaba comprando ropa para mi madre. Está esperando un hijo.


-Entonces, tú no...


-No -confirmó.


-Pero pensé que... Bueno, supongo que saqué una conclusión apresurada -dijo, sorprendido.


-No te preocupes, no has sido el único. Yo he pensado que habías venido para decirme que me amabas -dijo con ironía-. Pero no me mires con esa cara de preocupación. No pienso aprovechar nada de lo que has dicho mientras creías que ibas a ser padre. Aunque en realidad no has dicho gran cosa.


-He venido aquí porque te amo, Paula.


-Oh, vamos, has venido porque pensabas que estaba embarazada.


-Sí, también por eso. Pero solo fue el catalizador.


-¿Quieres decir que habrías venido aunque hubieras sabido que no esperaba un niño?


-Tal vez no tan pronto, pero lo habría hecho.


-No te asustes, Pedro, todavía no has dicho nada que pueda comprometerte. Y si te sientes mal, te aseguro que yo me siento aún peor.


-Escucha, Paula, estoy hablando en serio. Cuando pensé que estabas embarazada, me sentí intensamente feliz. ¿No comprendes lo que eso significa?


-Sí, que quieres ser padre.


-Si fuera así, habría sido padre hace tiempo. Pero cuando mi esposa y el hijo que esperaba murieron, decidí que no lo sería nunca. Hasta hoy, estaba convencido de que era la última cosa que podía desear.


-Bien, supongo que soy parcialmente responsable de tu cambio de actitud hacia la paternidad.


-Deja de hablar así.


-¿De hablar cómo?


-Solo querría ser padre si tú fueras la madre -respondió lentamente, como si estuviera hablando con un niño.


-¿Y esperas que te crea?


-Por supuesto. Te amo, Paula.


Pedro avanzó hacia ella con intención de dejar las palabras a un lado y de demostrarle, en la práctica, que estaba siendo sincero.


-No me toques -dijo ella con vehemencia-. No me interesa lo que tengas que decir. Ni ahora, ni nunca.


Entonces, Paula salió corriendo por el pasillo central de la iglesia y derribó un par de sillas a su paso.


Pedro permaneció en el interior del recinto, pensando, mucho tiempo después de que la puerta se hubiera cerrado. Y cuando salió, ya había trazado un plan.