martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO 15




-¿Y bien, Paula?


-¿Y bien, qué? -preguntó, mirando a su hermano-. Si tienes intención de seguir bloqueándome el paso, podrías recoger el acebo.


Paula hizo un gesto hacia el acebo recién cortada.


-¿Yo?


-Sí, tú, claro. Pero supongo que te vas a limitar a quedarte ahí y ver cómo lo llevo yo.


-Es que corta.


-Claro, es acebo, Nico.


-Este jersey me ha costado una fortuna y no me gustaría enganchármelo -gruñó, mientras se inclinaba para ayudarla-. ¿Dónde quieres que lo deje?


-En el porche. ¿Quieres una taza de café?


-No. Quiero respuestas.


-¿Sobre qué? -preguntó, intentando no parecer a la defensiva.


-Sobre el vecino. Pensé que no te gustaba.


-Ha sufrido un accidente. No podía negarle el permiso para que se duchara en casa. ¿Has dicho que querías té, o café?


-Ni té ni café. Pero dime otra cosa. ¿Cuándo le dijiste que podía ducharse en casa? ¿Cuando sacaste a los perros?


-Sí -mintió.


-¿Y desde cuándo sacas a los perros vestida solo con un pijama?


-¿Tanto te importa todo este asunto? -preguntó, bastante divertida por la actitud de su hermano.


-Claro que me importa. Sobre todo porque me asomé a tu habitación a las siete de la mañana, después de sacar a los perros, y no estabas.


Paula se ruborizó.


— ¿Qué hacías en mi habitación?


-Te llevé una taza de té.


-Oh...


-Te siguió a casa, ¿verdad? Anoche estuviste con él, ¿no es cierto?


-¿De dónde has sacado esa idea? -preguntó.


Paula estaba realmente extrañada. Había hecho todo lo posible para que su familia no pudiera sospechar nada y después del desayuno se había marchado a llevar unas flores a la iglesia, tal y como hacía su madre, por no estar cerca de su padre y de sus hermanos.


-No creía que fueras capaz de pasar la noche con un desconocido. Aunque sea rico y poderoso.


-¿Cómo te atreves a decirme algo así? -preguntó, ofendida.


-Vamos, Paula, debes admitir que te has comportado de forma muy sospechosa.


-¡No tengo que admitir nada! Al menos, no a ti. Y por cierto, Nico, eres una de las personas más hipócritas que conozco.


-Paula, no pretendía...


Paula lo miró con sumo enfado.


-Pues sí, me acosté con él. ¿Qué pasa? -preguntó, en tono de reto.


La mujer se alejó entonces y salió de la habitación tan deprisa como pudo, pero al hacerlo chocó con Pedro Alfonso, que ya había salido de la ducha.


-¿Qué estás haciendo aquí?


Paula hizo un esfuerzo por apartarse de él, aunque en realidad deseaba arrojarse a sus brazos.


-Esa no es forma de saludar a un hombre que te lleva regalos, Paula.


La mujer no había notado la súbita presencia de su padre y de los gemelos.


-¡Qué bien! -exclamó Enrique, al ver los bombones que había en el interior de una caja que dejaron sobre la mesa.


-Esto es mío -dijo Alex, al descubrir una botella de champán.


-Pedro, has sido muy generoso -dijo entonces Lorenzo.


-Solo es un pequeño regalo por vuestra amabilidad.


-No era necesario.


-No querrás que lo devuelva, ¿verdad, papá? -preguntó Alex.


-Sois un par de monstruos -dijo Lorenzo mirando a los gemelos-. Los chicos te están también muy agradecidos, Pedro. ¿Quieres tomar algo? Paula, ¿podrías...?


-Por si no lo has notado, estoy ocupada.


-Sí, claro, sé que ahora tienes muchas responsabilidades -dijo el hombre, antes de mirar a Pedro-. Es que mi esposa...


-No me importa -lo interrumpió Paula-. Por cierto, justo ahora iba a salir a buscar el árbol de Navidad. ¿Alguien quiere acompañarme?


-A mí no me importaría dar un paseo -dijo Pedro.


-¿Tú?


-Sí, yo. No me encuentro bien y no puedo conducir.


-Así que te aburres...


-Id a dar un paseo. Es una idea excelente -intervino Lorenzo.


-Seguro que a Paula le gustará tener compañía -dijo Nico.


Paula miró a su hermano con cara de pocos amigos.


-Hay mucho barro fuera. Puedes ponerte las botas de alguno de los gemelos. Son de tu talla -dijo Lorenzo a Pedro.


Toda la familia ayudó a equipar al recién llegado. Todos, menos Nico.


-Estás pálida, Paula.


-Sí, es verdad -dijo su padrastro-. ¿Te encuentras bien?


-Perfectamente.


-Tal vez no ha dormido bien -comentó Nico con malicia.


-¿Eso es verdad?


-Bueno, ya sabes cómo son las vacaciones, papá. Al principio siempre me cuesta conciliar el sueño.


-Paula es analista de sistemas -dijo Lorenzo con orgullo, mirando a Pedro-. Tiene un cargo muy importante.


-Oh, vamos, papá, no te excedas -dijo ella, riendo-. Estoy segura de que a Pedro no le interesa saber cosas de mi trabajo.


-¿Es que no se lo has contado todavía? -preguntó Nico.


-Si no tienes nada mejor que hacer, hermanito, podrías ir a mirar las luces del árbol de Navidad -declaró Paula-. No funcionan.


-Deberíamos comprar bombillas nuevas.


-No podemos hacer eso, Nico -protestó Alex-. Esas bombillas están con nosotros desde siempre.


-Cierto. Y nunca han funcionado.


-Recuerdo aquella vez cuando aquel gato... ¿cómo se llamaba? -preguntó Enrique.


-Óscar -dijo Alex.


-Sí, ya me acuerdo -intervino Nico-. Está bien, no sigáis con historias. Veré lo que puedo hacer.


Cuando salieron de la casa, Pedro dijo:
-Eres muy protectora con tu padre.


-Es mi padrastro. Pero sí, es verdad. Supongo que todos lo somos.


-¿Padrastro? Entonces, los gemelos son...


Paula suspiró.


-Lorenzo nos adoptó a Nico y a mí cuando se casó con mi madre. Yo tenía cinco años, aunque eso no es asunto tuyo -dijo, mientras sacaba las llaves para abrir el todo terreno-. Pero ¿de verdad quieres acompañarme?


La mujer rezó para que dijera que no. Sin embargo, siempre había sido una condenada optimista.




No hay comentarios:

Publicar un comentario