martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO 26




-¿NO TE PARECE perfecto? -preguntó Clara, mientras miraba un traje azul de bebé.


-¿Pero te parece práctico? -preguntó Paula.


Su hermanastra suspiró, exasperada, mientras Paula comprobaba la etiqueta para ver si se podía lavar.


-Eso carece de importancia. Es lindo y voy a comprarlo.


-No sé, tal vez deberíamos comprar una de esas prendas tan bonitas...


-¿Bonitas? Prácticas, querrás decir. ¿Nunca haces nada totalmente frívolo, nada de lo que puedas arrepentirte?


Paula se preguntó si enamorarse de un hombre inapropiado encajaría en aquella categoría.


-Está bien. Entonces actuemos de forma totalmente irresponsable y compremos el de color rosa con elefantes.


-¿Y si es niño?


-Crecerá culpando a sus hermanas mayores por lo que pueda pasar a lo largo de su vida.


-Ya que estás aquí, ¿por qué no vas a comprarte ese vestido que te gustaba?


-Porque nunca me lo pondría en público.


Clara la presionó hasta conseguir que entrara en la tienda y por fin se probó el vestido. Era negro y sencillo y Paula pensó que la reacción de su hermana al verla solo era una forma de animarla. Además, no estaba dispuesta a ponerse una prenda que podía caber en su cartera.


-Si juegas bien tus cartas, no es el tipo de vestido que queda bien fuera de un dormitorio. Es perfecto para pases privados -dijo Clara, entre risas.


Paula no quería pensar en ese tipo de cosas porque inmediatamente recordaba a Pedro.


-Vamos a pagar.


-Estás cambiando de conversación, Paula.


-Cierto. Y si queremos encontrar mesa para comer, será mejor que nos demos prisa.



***


Las calles de York estaban llenas de personas que hacían compras de última hora, pero
Incluso entre la multitud llamaban la atención. El hombre pertenecía al escaso grupo de personas a las que no se llevaban por delante en pleno bullicio callejero, y la mujer se beneficiaba de la invisible zona de exclusión que los rodeaba.


-Espera, vamos a comprobar la lista.


La mujer sacó la lista de compras y tachó algunos nombres.


-A mamá le encantará el regalo. Y le gustará aún más si vas a casa en Navidad -continuó ella.


-No me presiones, Cata.


-Tenía que intentarlo. Además, en este mundo pasan cosas aún más extrañas.


Catalina pensó que lo que acababa de decir era tan cierto que su hermano le había pedido que lo ayudara, dos días antes de Navidad, a comprar regalos para la familia. El hecho de que quisiera comprarlos personalmente no solo era extraño: parecía milagroso.


Pero que hubiera elegido York para ir de compras la desconcertaba tanto como lo que había sucedido en su vida para que cambiara de ese modo. A fin de cuentas, él tenía más razones que nadie para detestar las navidades.


-¿Quién es Juan? -preguntó.


—Un niño que conozco.


-¿Cuántos años tiene?


-No lo sé.


-¿No lo sabes?


-No, pero no tiene muchos.


-Sé que tú crees que me resulta fácil ir de compras, pero tienes que ayudarme un poco, Pedro.


-Pensé que te gustaba comprar...


-Tal vez deberíamos detenernos a comer algo.


En aquel momento, Pedro comenzó a andar mucho más deprisa, sin previo aviso. De no haber sido tan alto, su hermana lo habría perdido entre la multitud.


-¿Qué estás haciendo? ¿Adonde vas?


Entonces, Caro vio a una rubia impresionante con un vestido que obviamente era de diseño.


-Es muy atractiva -dijo-, si te gustan las rubias.


Obviamente, a su hermano le gustaban, porque no le hizo ningún caso y se dirigió directamente a ella.


-¿Pero qué haces? Este comportamiento no es normal en ti.


El asombro de Carolina creció aún más
cuando al llegar a la altura de la rubia no solo no se dirigió a ella sino que pasó a su lado y se detuvo junto a una niña que hasta entonces no había visto.


Cuando se acercó un poco más vio que la niña no era una niña sino una joven bastante atractiva, aunque en aquel momento tenía una expresión extraña, como si le hubiera gustado ser invisible. A Cata no le extrañó. Su hermano podía intimidar en ocasiones.


-Hola, Paula, ¿cómo estás?


Carolina observó la expresión de la joven y se maravilló. Tuvo la impresión de que se iba desmayar en cualquier momento.


-Qué sorpresa, Pedro. ¿Qué tal estás?


-Bien -respondió, irritado-. No, miento. No estoy bien en absoluto.


-Bueno, pues no me mires de ese modo. No es culpa mía. No fui yo quien salió huyendo -dijo, mordiéndose el labio inferior.


Catalina notó que la atractiva rubia que la acompañaba contemplaba la escena con tanta curiosidad como ella.


-Hola, soy Catalina -dijo.


-Hola. Yo soy su hermana -dijo la rubia, mirando hacia la joven-. Me llamo Clara.


En aquel momento, Pedro dijo a Paula:
-Necesitaba verte. Tenía que verte.


-Pues ya lo has hecho, así que márchate. Si me sigues, llamaré a la policía. Vamonos, Clara.


-Paula, no puedes marcharte -protestó él-. Tengo que hablar contigo.


-¿Hablar? ¿No temes que haga algo estúpido como ofrecerme a ti incondicionalmente? -preguntó con ironía.


Pedro se quedó sin palabras, sin saber lo que decir.


-¿De qué quieres hablar? -preguntó ella-. No ha cambiado nada. Venga, Clara, vamonos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario