martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO 9




Cinco minutos después, llegaron al hospital. 


Pedro rompió entonces el silencio, aunque ni siquiera supo por qué.


-Creo que te estoy causando muchos problemas.


-Es cierto.


En aquel momento, el hombre sintió el irrefrenable deseo de besarla.


-Y te estás comportando como un monstruo -añadió.


-Eres muy perceptiva. Pero discúlpame. Ten en cuenta que vine aquí para escapar de las navidades...


-Deberías haberlo dicho antes. Ahora ya lo entiendo.


-¿Qué es lo que entiendes?


-Que tienes las navidades asociadas a algo malo, ¿verdad?


Paula lo había dicho sin pensarlo, llevada por un impulso. Pero enseguida se arrepintió porque Pedro la miró con repentina hostilidad y desconfianza.


-¿De qué estás hablando? -preguntó él.


-De nada. Solo he tenido la impresión de que... Pero olvídalo. Ya hemos llegado.


Paula pensó abrirle la portezuela y ayudarlo a salir del vehículo, pero no lo hizo porque recordó lo que había sentido la última vez que lo había tocado. Consideró la posibilidad de dejarlo solo en el hospital. Sin embargo, no le pareció muy bien, así que decidió quedarse en el establecimiento y esperar.


Minutos más tarde, se acercó a la recepcionista para preguntar.


-Hola, quisiera saber cómo está el señor Alfonso. He venido con él y...


La joven recepcionista se ruborizó y la miró con algo parecido a envidia.


-¿En serio? La están esperando.


-¿Me están esperando? -preguntó, extrañada.


La recepcionista se dirigió a una enfermera y le dijo:
-¿Podrías acompañar a la señora Alfonso a la habitación número tres?


-Yo no soy la...


Paula intentó aclarar el error, pero no la dejaron. La enfermera la llevó a toda velocidad hacia la habitación de Pedro.


-Ah, aquí estás, Paula, querida...


-Oh, Dios mío...


Paula no pudo evitar el comentario. Pedro solo llevaba puestos los pantalones y en aquel momento intentaba subirse la cremallera. Tenía un cuerpo sensacional, de anchos hombros y duros aunque no excesivos músculos. 


Instintivamente, la mujer se humedeció los labios y pensó que no era de extrañar que se hubiera comportado de forma rara con ella. En uno de sus costados se veían varias heridas con muy mal aspecto.


El médico se acercó a ella.


-No se preocupe. Está mejor de lo que parece.


-Me alegro.


-¿Podría echarme una mano?


Paula comprendió que el médico le estaba pidiendo que lo ayudara a subirle la cremallera de los pantalones y negó con la cabeza, en silencio.


-No le ha pasado nada -dijo el médico-. Solo tiene un par de costillas rotas, varios golpes y por supuesto un hombro dislocado.


-Pensé que se había roto la clavícula.


-No, solo tiene dislocado el hombro, como acabo de decirle. Pero es algo muy doloroso, tan doloroso como volver a ponerlo en su sitio.


-Es cierto -dijo Pedro.


-Le ofrecimos anestesiarlo, pero su marido insistió en que lo hiciéramos sin anestesia -dijo el médico-. Su hombro estará bien en unos días, pero el golpe en la cabeza nos preocupa más. 
Le hemos pedido que se quede a pasar la noche en el hospital para tenerlo bajo observación, pero su marido se niega.


-Yo no...


-No estás sorprendida, ¿verdad, querida? -lo interrumpió Pedro, antes de mirar de nuevo al médico-. Ella sabe que me disgustan los hospitales.


Entonces, se acercó a ella, le acarició el cabello y la besó en el cuello para sorpresa de Paula. El médico los miró y sonrió.


-En cualquier caso, si su marido no me hubiera dicho que va a estar en casa con una enfermera experimentada, no le habría dado el alta.


Paula miró a Pedro, asombrada. No solo les había dicho que era su esposa, sino que también era enfermera.


-¿Dónde está trabajando actualmente, señora Alfonso? -preguntó el médico.


-Yo...


-Paula trabaja ahora en casa -declaró Pedro-. Eso le ocupa todo su tiempo. ¿Verdad, querida?


-Sí, no se puede negar que tú das mucho trabajo -dijo ella con ironía.


El médico rio.


-Bien, enviaré a una enfermera para que le cosa la herida de la cabeza.


Paula esperó a que el doctor se marchara para encararse con Pedro.


-¿Te has vuelto loco?


-Habla más bajo o te oirán.





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