martes, 24 de diciembre de 2019
CAPITULO 19
DURANTE la tarde cayeron unos cuantos copos de nieve, y cuando Paula regresó a casa para decorar el árbol de Navidad ya había desaparecido casi todo su sentimiento de culpabilidad.
Se limpió las botas antes de entrar en la casa por la puerta de la cocina. No era exactamente que quisiera entrar en la casa de un modo furtivo; se sentía más confusa que avergonzada, pero había ciertas cosas de las que no le apetecía hablar con su familia.
-¿Dónde has estado?
Obviamente, el truco de entrar por detrás no le había servido de nada.
Toda su familia, menos su madre, estaba sentada a la mesa de la cocina. Y entre los presentes se encontraba Clara.
-Clara, ya has llegado...
Si Clara notó la falta de entusiasmo de Paula, no dijo nada.
-Por fin llegas -intervino Nico-. Espero que no tuvieras problemas para elegir el árbol.
-Eso no tiene importancia, Nico -dijo Clara, saliendo en su defensa.
-¿Has tenido un buen viaje, Clara?
-Por si no lo habías notado, está nevando -dijo Clara, echando hacia atrás su rubia cabellera-. Y además, al llegar he sabido lo de mi madre.
-También es nuestra madre -dijo Enrique.
-¡Cállate, Enrique! ¿Por qué no me dijo nadie lo que había pasado? -preguntó Clara, obviamente molesta.
-No queríamos entristecerte -dijo Lorenzo.
—Pues lo estoy.
-¿Has recordado recoger el pedido de la granja, Nico? -preguntó entonces Paula.
-¿Cómo puedes actuar como si no pasara nada, Paula?
-¿Y cómo quieres que me comporte? Mamá es una mujer madura y no podemos traerla contra su voluntad. Tendremos que esperar. Además, sentarnos aquí a llorarla no nos va a servir de nada.
Clara se sorprendió tanto como la propia Paula. No era nada habitual que Paula levantara la voz a su hermanastra, y por otra parte, tampoco era muy justo; Clara era una mujer egoísta y un poco superficial, pero también era encantadora, generosa y no tan dura como aparentaba ser.
Clara se levantó y Paula la miró. Era una mujer extremadamente bella, pero no tenía ninguna intención de vivir de su belleza aunque le habría resultado muy fácil. Gracias a la ayuda económica de sus padres, sus sueños se habían hecho realidad y ahora era diseñadora de moda.
Había inaugurado su empresa después de terminar la carrera y estaba a punto de crear su propia marca.
-Todos la echamos de menos, Clara -dijo Paula.
-Lo siento. Siento haber dicho eso. Pero, cambiando de tema, ¿es verdad lo que dice Nico?
-¿Qué dice Nico?
-Que Pedro Alfonso se aloja en la vieja mansión. Pero no lo creo. Me está tomando el pelo, ¿verdad?
-No. Es cierto. Se aloja en la mansión.
-¿Por qué? No lo entiendo. Pero da igual, es maravilloso...
Paula se quedó un tanto confundida.
-¿Maravilloso?
-¡Por supuesto que sí! ¿Lo has invitado a cenar, Paula? Oh, seguro que no lo has hecho. Desde luego... ¿en qué estabas pensando?
-No he tenido tiempo de organizar ninguna cena, Clara.
-Pues habrá que hacerlo. Además, podríamos invitarlo a quedarse aquí. Según dice papá, la mansión no está en buen estado. Bueno, ¿qué os parece? -preguntó, algo sorprendida por el silencio de todo el mundo.
Lorenzo se levantó de repente, puso una mano sobre uno de los hombros de Paula y dijo:
-Me voy.
-¿Por qué te parece tan maravilloso? -preguntó entonces Alex.
-¿Es que no lo sabéis? Es uno de los hombres más ricos del país. Heredó una enorme fortuna de su abuelo y la ha triplicado.
-Eso explica el cochazo que tiene aparcado delante de la casa -dijo Enrique.
-¿Habéis estado espiándolo?
-No, Paula -respondió Enrique-. Nadie ha estado espiándolo. Pero vimos a los tipos que le llevaron una cama hace rato. Así que imagino que piensa quedarse allí.
-¿Es tan atractivo como dicen?
-Pensaba que estabas más interesada en su dinero -dijo Enrique-. Pero no te preocupes. En cuanto te vea, querrá acostarse contigo y repartir su fortuna.
Paula sintió una punzada en el corazón. Clara era mucho más atractiva que ella y tuvo miedo de que Pedro, al verla, decidiera que a su lado resultaba muy poco llamativa.
-¿Qué te hace pensar que no tiene novia o algo así? -preguntó Alex.
-Sois terribles, chicos. ¿Tiene novia, Paula?
-¿Cómo quieres que lo sepa? -disimuló.
-Bueno, has estado con él más tiempo que los demás.
-No he discutido con él acerca de su vida personal, Clara -espetó, intentando controlarse.
-Pues no puedo creer que hayas desperdiciado todo ese tiempo que has pasado con él, según me han dicho.
-Yo no diría que lo he desperdiciado.
-Oh, eres una inútil, Paula.
-He hecho algunas averiguaciones sobre él -intervino su hermano mayor.
-Pues cuéntame...
-Es viudo -dijo Nico.
-¡Excelente!
-Clara...
-No hay nada más terrible que una mujer dispuesta a salir de cacería -comentó Nico en aquel momento.
-Pensaba que salir de caza era tu pasatiempo preferido, Nico -dijo Paula, saliendo en defensa de su hermanastra.
Nico sonrió.
-Pero al igual que tú, siempre procuro actuar de forma justa -declaró el hombre-. Aunque vaya en contra de mis intereses.
-Bueno, no os enfadéis el uno con el otro -intervino Clara-. Es que es una gran oportunidad para mí. No es que vaya a proponerle el matrimonio ni nada por estilo, pero... ¿Os imagináis lo bien que estaría que me vieran con él? Sería una publicidad excelente para mi empresa. Podría ser el golpe de suerte que estábamos esperando. Y sería perfectamente legítimo.
-Papá se enfadará si te oye.
-Pero no puede oírme. Y lo que no sepa, no le hará ningún daño. A menos que vosotros se lo digáis...
-No te preocupes. Te comprendo -dijo Nico-. Para una joven diseñadora sería muy útil aparecer en lugares públicos con Pedro.
-¡No la animes! -protestó Paula.
-Por fin hay alguien que me entiende.
-Pero es posible que él no quiera prestarse a ese juego, Clara -dijo Nico.
-Siempre hay formas de conseguir las cosas y tú lo sabes.
Paula sabía que su hermanastra era muy ambiciosa, pero no podía creer lo que estaba escuchando.
-¿Quieres decir que serías capaz de filtrar algo a la prensa solo para salir en las noticias con él?
-No te preocupes por los detalles, Paula.
-Creo que te estás excediendo, hermana. Ni siquiera te lo hemos presentado todavía y por supuesto no se va a quedar aquí. No tenemos sitio y tendremos aún menos cuando lleguen la abuela, Bety y los niños.
-Ya lo he pensado. Podrías compartir la habitación de los niños en el ático y yo podría dormir con la abuela. Sería lo mejor.
-¿Y qué te hace pensar que estoy dispuesta a ayudarte? No me parece nada bien lo que estás pensando. Es calculador y muy poco ético.
Clara apretó los labios.
-Y tú estás siendo muy egoísta. Mamá y papá invirtieron mucho dinero en mi negocio y les debo mucho. No tengo intención de atrapar a ese hombre, pero si puedo sacarle algo, ¿por qué no hacerlo? -preguntó, con ojos llenos de lágrimas-. Tal vez no tenga principios tan firmes como los tuyos, pero me divertiré y él también se divertirá.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario