martes, 24 de diciembre de 2019
CAPITULO 5
Aquello la dejó asombrada. Ciertamente no se había maquillado y la prenda que llevaba no era precisamente femenina, pero hasta entonces nadie la había tomado por un chico.
Apretó los labios e intentó decidir si debía enfadarse o tomárselo con humor. Y optó por la segunda opción. Había crecido con tres hermanos y sabía desde pequeña que reír de uno mismo era la mejor forma de adelantarse a que otros lo hicieran.
Además, la situación no le resultó del todo desagradable. Siempre se había quejado de que muchos hombres la trataban como a un simple objeto sexual y en ese momento tenía una ocasión perfecta para que alguien no lo hiciera.
-Mi padre está en casa -dijo, incapaz de resistirse a la tentación de jugar con él-. ¿Crees que podrás llegar?
-Si no lo consigo, serás el primero en saberlo.
-Pero tienes sangre en la cabeza...
-No es nada.
Paula se encogió de hombros y se dijo que si quería hacerse el macho, no era asunto suyo.
Sus tres hermanos estaban en la cocina, con Lorenzo.
-¿Qué ha pasado? -preguntó su padrastro, al ver que tenía la ropa manchada de sangre.
-No te preocupes, no es mía -dijo Paula-. Es suya. Una rama del roble que hay en el límite de la propiedad se ha caído.
-Le dije al agente inmobiliario que vendió esa casa que la rama estaba a punto de caerse, pero ya veo que no se lo ha dicho a sus nuevos dueños. ¿Tú estás bien, Paula? ¿Te has hecho daño?
-No, estoy perfectamente.
-¿Y usted, señor...?
El desconocido, que parecía muy mareado, se apoyó en la pared y cerró los ojos. Lorenzo miró a Paula y ella se encogió de hombros.
-A mí no me mires. No sé cómo se llama.
-¿Estabas con un hombre y no sabes cómo se llama? -preguntó Nico, mirando al desconocido con hostilidad-. ¿Qué estabas haciendo?
-Nada -respondió Paula, antes de dirigirse al desconocido-. Deberías sentarte. No tienes buen aspecto.
-Prefiero estar de pie un rato...
Paula intentó obligarlo a sentarse, pero era mucho más fuerte que ella.
-Enrique, Alex, ¿podéis echarme una mano? -preguntó a sus hermanos más pequeños.
Los gemelos negaron con la cabeza.
-Nos gustaría, pero... -comenzó a decir Enrique.
-Tiene sangre -concluyó Alex.
-¡Sois un par de inútiles!
-Es cierto -rio Alex.
-Puede que sea uno de los albañiles que están trabajando en la casa -dijo Enrique.
—No lo creo. Están de vacaciones —observó su hermano gemelo-. Además, no parece un albañil. Es obvio que tiene dinero.
Paula pensó que Alex tenía razón, aunque el desconocido parecía perfectamente capaz de realizar grandes esfuerzos físicos. Era de anchos hombros y pecho, y poseía un cuerpo tan duro como delgado.
-Puede que sea el nuevo dueño de la mansión -dijo Enrique.
Pedro miró a su alrededor. Estaba muy mareado, pero pudo ver a cuatro personas, incluida Paula, a quien seguía tomando por un chico.
-Alex, ve a buscar el botiquín -dijo Paula.
-No sé dónde está.
-En el armario del cuarto de baño. Y tú, Enrique, saca a los perros de aquí.
Enrique obedeció y sacó a los dos perros de la cocina.
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