martes, 24 de diciembre de 2019
CAPITULO 29
La puerta, decorada con una corona de Navidad, se abrió en cuanto Paula puso la mano en ella. Estaba a punto de hacer lo más difícil que había hecho en toda su vida, pero caminó hacia el salón y entró.
Iba a anunciar su presencia, pero se quedó sin habla. Todo el lugar estaba decorado con motivos navideños, desde luces de colores a multitud de pequeños Papá Noel, y el árbol era tan alto que pensó que debían de haberlo instalado con ayuda de un grupo de técnicos.
-Dios mío, ¿qué has hecho aquí?
-¿Te gusta? Es cortesía del tío Ricky. Le compré todas las existencias -declaró Pedro.
Su amante llevaba unos vaqueros oscuros y un jersey de cachemir. Se había subido las mangas y podía ver sus fuertes brazos.
Paula intentó no concentrarse en la visión del atractivo individuo y miró de nuevo el árbol de Navidad. Era completamente incapaz de mirar a Pedro sin desearlo.
-Veo que optaste por la teoría de que las grandes cantidades son siempre mejor.
-Más o menos.
-Pues te felicito. Ha funcionado.
-Ten en cuenta que he cambiado. Ya no huyo de nada. Ya no volveré a huir.
-Si intentas decirme algo, ¿por qué no lo haces directamente? No estás siendo precisamente claro.
-Intenté prepararlo todo para que la escena tuviera un gusto aún peor, pero por desgracia no conseguí encontrar un disfraz de Papá Noel que me quedara bien. Y es una pena, porque había elegido un modelo con varios cierres de velero estratégicamente situados. Al tirar de ellos, se caía todo el disfraz.
-Qué horror -dijo, entre risas.
-Era muy ingenioso -observó, mientras avanzaba hacia Paula-. Pero me alegra que hayas venido.
-Clara puede ser muy persuasiva cuando quiere.
-Es una gran mujer.
-Y muy hermosa.
-¿En serio? No lo había notado -dijo, sonriendo-. Mira, Paula, no estoy interesado en mujeres hermosas. Estoy interesado en ti.
Ella empezó a reír, pero su risa no sirvió para rebajar la tensión del ambiente.
-¿Empezamos de nuevo?
Paula asintió.
-Estoy tan nervioso que no sé lo que digo.
-¿Estás nervioso?
-¿No me crees?
-No pensé que fueras tan...
-¿Humano? -preguntó-. Mi vida depende de que esto salga bien, así que creo que tengo derecho a estar nervioso.
-Entonces, tal vez deberías explicarte.
-¿No quieres sentarte?
Paula negó con la cabeza.
-Dijiste que me amabas y yo salí corriendo. Después, te dije que te amaba y tú saliste corriendo. ¿Te has preguntado por lo que podría pasar si los dos lo dijéramos al mismo tiempo?
-No me gusta perder el tiempo con especulaciones sin sentido.
-A mí tampoco, corazón -dijo, con sonrisa de depredador-. Sé que reaccioné mal cuando me dijiste que me amabas, así que comprendo que actuaras con escepticismo cuando yo hice lo mismo. Pero lo importante es otra cosa.
-¿Qué cosa?
-Que si no hacemos algo vamos a arruinar nuestras vidas, Paula, y no pienso permitir que hagas eso.
-Bueno, habla entonces. Te estoy escuchando.
-Fui a verte porque pensaba que estabas embarazada.
-Pero no lo estoy.
-Es cierto, pero sirvió para que viera las cosas con más claridad. Aceleró el proceso, por así decirlo.
-¿Qué proceso?
-El que me hizo ver que se puede tener la suerte de amar más de una vez. Además, Jhoana está muerta.
-Se cómo murió, Pedro.
-Fue terrible, Paula. Estaba tan feliz con la idea de tener un niño... Y de repente, murió ante mí sin que pudiera hacer nada por ayudarla.
-Lo sé -dijo, mientras tomaba sus manos.
-Yo era su marido. Debía protegerla y no lo hice. Aquello fue demasiado para mí.
Paula cerró los ojos y derramó una lágrima. Pedro tenía heridas muy profundas, aunque en general no las enseñara.
-No quería volver a encontrarme en una posición en la que pudiera volver a fallar a una persona que amara. ¿Me entiendes? En realidad, estaba siendo muy arrogante. Intentaba controlarlo todo. Pero entonces apareciste tú y despertaste el amor en mí. Te odié por ello.
-Yo también me odié por ello.
-No quería creer lo que estaba pasando y cuando no tuve más opción que creerlo, me convencí de que no era la persona adecuada para ti. Sé que me comporté mal y lo siento, pero ahora quiero enmendar el error.
Pedro se detuvo un instante antes de seguir hablando.
-Huir se convierte pronto en una costumbre. Y en cierto modo, la idea de que estabas embarazada me sirvió como excusa para no tener que pensar en la razón por la que quería estar contigo. Como excusa para no enfrentarme a mis propios sentimientos. Nunca creí en el amor a primera vista. En el deseo a primera vista sí, claro, pero no en el amor. No fue así con Jhoana... Oh, siento haber dicho eso.
-No lo sientas. Tienes un pasado, al igual que yo, pero lo que importa es el futuro.
— ¿Quiere eso decir que...?
Ella apretó sus manos, pero enseguida se apartó para poder acariciar su cara. Pedro hizo lo mismo y la mujer parpadeó.
-Cuando por fin te abres a los demás, lo haces a fondo -dijo ella.
-Supongo que te sentirás muy desilusionada...
-No seas tonto. Te estoy diciendo que te amo y no es la primera vez que lo hago. Pero te advierto que si reaccionas como la última vez...
Paula no tuvo ocasión de terminar la frase, porque en aquel momento la miró con puro deseo y se inclinó sobre ella para besarla. Ella pasó los brazos alrededor de su cuello mientras él la levantaba para llevarla hacia la enorme cama que había comprado.
-Te amo -dijo él.
Paula asintió y sintió que la acariciaba por debajo del jersey, descendiendo hacia su estómago.
-Dime que amas, Paula.
-Yo...
En aquel instante, los dedos de Pedro se cerraron sobre uno de sus pezones y Paula olvidó lo que iba a decir.
-¿Sí?
-Yo...
Él le apartó el cabello de la cara y la besó en la punta de la nariz. Paula sonrió, satisfecha, y supo que la amaba realmente.
-Ahora recuerdo lo que quería decir, Pedro. Te amo.
-Me alegra mucho -dijo, con una sonrisa-. Solo espero que no lo olvides nunca.
-¿Qué harías si no lo recordara?
-Esto -respondió, quitándole el jersey-. Y esto.
El sostén de Paula desapareció en menos de un segundo y el permaneció en silencio, contemplando sus bellos senos.
-¿No te parece una medida un poco drástica?
-No. ¿Quieres saber lo que es una medida drástica? Esto. Y esto...
-Amenázame un poco más -susurró ella, mientras terminaba de desnudarla.
-¿Así?
Entonces, él apartó sus muslos y entró en su cuerpo.
-Sí, exactamente así -gimió Paula, al sentirlo en su interior-. ¿Hay más?
Él rió.
-Tanto como quieras.
-Creo que debería marcharme -dijo Paula un buen rato después-. Aunque no quiero hacerlo.
-Entonces, no te vayas.
-Me gustaría quedarme, pero tengo que hacer muchas cosas para mañana. Mi madre sufrirá un ataque si no la ayudo, y no quiero que se agobie demasiado.
Pedro apartó las sábanas, exponiéndolos al frío aire.
-En ese caso, será mejor que te marches.
Paula se puso de lado y se apoyó en un codo.
-¿Me estás expulsando de la cama?
-¿Prefieres que te haga una demostración de posesividad?
La mujer puso una mano sobre su pecho y jugueteó con su vello.
-Bueno, no estaría de más que hicieras algo que demuestre que me echarás de menos.
-No te echaré de menos porque pienso ir contigo.
-¿En serio?
-Sí, a no ser que tengas alguna objeción.
-¿Estás seguro?
-¿No quieres que te acompañe?
-Por supuesto que quiero que me acompañes -le aseguró, mientras admiraba su cuerpo de forma lasciva-. Pero no estaba segura de que realmente quisieras vivir una de nuestras típicas navidades familiares.
-Yo solo quiero estar a tu lado.
Había tanto amor en la mirada de Pedro, que los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.
-Y yo solo quiero estar contigo.
-Entonces, vistámonos antes de que pillemos una pulmonía.
Pedro se levantó de la cama y ella lo observó con detenimiento. Era evidente que él se sentía completamente seguro con su desnudez.
-Si quieres que nos marchemos, no hagas eso.
-Solo te estoy mirando.
-Estás haciendo algo más que mirarme. Me estás devorando con la mirada.
-Si no te gusta, vístete.
-Me vestiré, pero no porque no me guste.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario