Las dos mujeres se alejaron y Cata dijo:
-Pedro, sería mejor que nos movamos de aquí. Estamos interrumpiendo el paso.
-Catalina, ¿qué sabes de embarazos y de esas cosas?
-Bueno, he leído mucho y asistí a varias clases sobre maternidad en el colegio, pero... ¿No podrías ser más específico?
-¿Cuánto tiempo pasa antes de que una mujer esté segura de que se encuentra embarazada?
-Supongo que depende del ciclo, pero se puede saber perfectamente con una sencilla prueba. He oído que son muy exactas.
-Oh, Dios mío.
-¿Qué sucede, Pedro?
-Las bolsas que llevaban. ¿No te has fijado? Estaban llenas de ropa de bebé.
-¿Y tú crees que el bebé podría ser tuyo? Oh, vamos, que alguien compre ropa de bebé no quiere decir que esté embarazada. Seguramente son regalos para alguien.
-¿Tanta ropa de bebé para una sola persona? Tengo que marcharme, Cata.
-Sabía que lo harías.
-Te veré más tarde.
Pedro se dirigió directamente a la casa de los Chaves, pero no parecía haber nadie. Pensó esperar allí. Sin embargo, estaba demasiado alterado y prefirió conducir hacia el cercano pueblo por si encontraba a alguno de los miembros de la familia. Poco después de aparcar, encontró a los dos gemelos en el interior de la iglesia, así que entró y decidió esperar.
Pero en aquel momento se llevó una buena sorpresa. El coro subió al escenario y en mitad de sus integrantes pudo ver a Paula.
***
-Has estado muy bien, Paula. -Creo que me voy a desmayar.
-Deberías tomar una copa.
-¿Una? Me vendrían bien varias. Y teniendo en cuenta que la culpa de que acabara en el escenario es tuya, tendrás que invitarme tú.
Oscar Wells sonrió.
-Me parece bien. ¿Te encuentras mareada?
-No, ya no. Pero tendré que tomarme esa copa en otro momento. Mis padres me están esperando.
-No son los únicos que te esperan.
Paula se volvió hacia el origen de la familiar voz, que apareció de las sombras.
-Tiene usted una voz excelente -dijo Oscar-. ¿Cómo se llama?
-Pedro Alfonso.
-Encantado de conocerle. Yo soy Oscar Wells.
Pedro lo observó y pensó que era demasiado joven y atractivo para ser sacerdote.
-Hola, Paula.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-Me gusta la música.
-¿Has oído toda mi interpretación?
-Sí.
Paula se estremeció. La idea de haber estado cantando ante él hacía que se sintiera ridículamente vulnerable.
-Pedro piensa que tengo una voz horrible -dijo ella al cura.
-Estoy seguro de que eso no es cierto, Paula.
-Bueno, es verdad que le falta potencia y profundidad y que...
-¿Lo ves? Te lo he dicho. Pero ¿desde cuándo eres crítico musical? -protestó ella.
Él no hizo ningún caso y siguió explicándose.
-A pesar de eso, has cantado como los ángeles -declaró Pedro.
-¿En serio?
-Sí. Aunque no puedo ser muy objetivo en este caso.
-¿No?
-No. Hay momentos en la vida en los que un hombre debe admitir su derrota.
-¿Qué estás intentando decir, Pedro?
Pedro se acercó a ella y puso las manos en su cintura. Al ver la escena, el cura decidió alejarse.
-¿Quieres que le diga a tus padres que volverás sola a casa, Paula?
Oscar lo preguntó sin esperar respuesta, así que tampoco le importó cuando no obtuvo ninguna.
-Debiste habérmelo dicho -declaró entonces Pedro.
-Te lo dije -observó ella.
-¿De qué estamos hablando?
-De que te amo y que llegué a pensar que podrías amarme, pero obviamente no es así.
-Pero debiste contarme lo del bebé.
-¿Cómo lo has sabido? ¿Te lo ha contado mi madre?
-¿Ella lo sabe? Me alegra que se lo hayas dicho.
-¿Que se lo haya dicho? -preguntó, extrañada-. No tenía que decírselo, tonto.
-Bueno, supongo que una madre nota esas cosas.
-Sí, al principio se sorprendió mucho pero ahora ya se ha acostumbrado a la idea.
-¿Y tú? ¿Cómo te sientes sabiendo que vas a ser madre?
-¿Qué has dicho?
-He preguntado que cómo te sientes. Yo también me sorprendí, pero ahora estoy encantado.
-¿Se puede saber de qué estás hablando, Pedro?
-De ser padre, claro está.
-¿Crees que estoy embarazada?
-Claro, estamos hablando de eso. Tal vez deberías descansar un poco.
-No, creo que eres tú quien debería descansar. Me parece que te has equivocado.
-No es necesario que mientas, Paula. He visto la ropa de bebé que has comprado.
-Pedro, yo no estoy embarazada.
-¿Quieres decir que ha sido una falsa alarma?
-Quiero decir que nunca he estado embarazada. Estaba comprando ropa para mi madre. Está esperando un hijo.
-Entonces, tú no...
-No -confirmó.
-Pero pensé que... Bueno, supongo que saqué una conclusión apresurada -dijo, sorprendido.
-No te preocupes, no has sido el único. Yo he pensado que habías venido para decirme que me amabas -dijo con ironía-. Pero no me mires con esa cara de preocupación. No pienso aprovechar nada de lo que has dicho mientras creías que ibas a ser padre. Aunque en realidad no has dicho gran cosa.
-He venido aquí porque te amo, Paula.
-Oh, vamos, has venido porque pensabas que estaba embarazada.
-Sí, también por eso. Pero solo fue el catalizador.
-¿Quieres decir que habrías venido aunque hubieras sabido que no esperaba un niño?
-Tal vez no tan pronto, pero lo habría hecho.
-No te asustes, Pedro, todavía no has dicho nada que pueda comprometerte. Y si te sientes mal, te aseguro que yo me siento aún peor.
-Escucha, Paula, estoy hablando en serio. Cuando pensé que estabas embarazada, me sentí intensamente feliz. ¿No comprendes lo que eso significa?
-Sí, que quieres ser padre.
-Si fuera así, habría sido padre hace tiempo. Pero cuando mi esposa y el hijo que esperaba murieron, decidí que no lo sería nunca. Hasta hoy, estaba convencido de que era la última cosa que podía desear.
-Bien, supongo que soy parcialmente responsable de tu cambio de actitud hacia la paternidad.
-Deja de hablar así.
-¿De hablar cómo?
-Solo querría ser padre si tú fueras la madre -respondió lentamente, como si estuviera hablando con un niño.
-¿Y esperas que te crea?
-Por supuesto. Te amo, Paula.
Pedro avanzó hacia ella con intención de dejar las palabras a un lado y de demostrarle, en la práctica, que estaba siendo sincero.
-No me toques -dijo ella con vehemencia-. No me interesa lo que tengas que decir. Ni ahora, ni nunca.
Entonces, Paula salió corriendo por el pasillo central de la iglesia y derribó un par de sillas a su paso.
Pedro permaneció en el interior del recinto, pensando, mucho tiempo después de que la puerta se hubiera cerrado. Y cuando salió, ya había trazado un plan.
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