martes, 24 de diciembre de 2019

CAPITULO 16





-¿TIENES que traerte al perro? -preguntó Pedro, mientras el enorme animal lo lamía.


-Quiero que venga -dijo ella-. Siéntate, Wally.


El perro se tumbó a regañadientes en el asiento posterior del todo terreno de su padrastro mientras Pedro se limpiaba la saliva.


-Te has ganado a mi familia -comentó Paula-. Llevar esos bombones fue una gran idea. Has conseguido el afecto de los gemelos apelando a su estómago.


-Pero con tu hermano mayor no ha funcionado.


-Ya veo que lo has notado.


Paula aún estaba enfadada con Nico. Se había atrevido a criticarla cuando él mantenía una relación con una treintañera divorciada desde los diecisiete años.


—Digamos que no me siento particularmente querido cuando estoy con él -declaró-. ¿Te lo ha puesto muy difícil?


-Me da igual lo que Nico piense. Pero no llegues tú tampoco a conclusiones apresuradas. El sexo no es una prioridad para mí.


Paula sabía que estaba perdiendo el tiempo. 


Sabía que le había dado la impresión contraria a Pedro, pero estaba dispuesta a decirle que hablara con Miguel si no la creía. Aunque, realidad, Miguel nunca había comentado nada sobre su forma de hacer el amor. 


Probablemente, porque estaba casado y se contentaba con mantener una relación no demasiado exigente.


-¿Tienes muchos amantes? -preguntó él.


-¿Nunca te han dicho que sólo eres capaz de pensar en una cosa?


A pesar de la pregunta, Paula se dijo que no era el único. No podía dejar de pensar en el cuerpo de aquel hombre, aunque hacía verdaderos esfuerzos por no hacerlo.


-Bueno, el nuevo cura me ha pedido que baile con él en Navidad —continuó ella en tono de broma.


-El nuevo cura... Los sacerdotes no suelen ser muy atractivos.


-Este sí. Oscar fue jugador de rugby en Oxford.


-¿En los años sesenta?


-Te equivocas. Es joven. Yo diría que tiene alrededor de treinta años.


-Pero seguro que tiene rota la nariz.


-No, en absoluto. Por cierto, Pedro, hay algo que quería preguntarte...


-Adelante.


-¿Es verdad lo que me ha dicho Nico?


-¿Qué te ha dicho?


-Que eres multimillonario.


-Sí, es verdad.


Paula siempre había sabido en el fondo que aquel hombre no pertenecía a su mundo, pero intentó no parecer decepcionada. Esperaba que Nico se equivocara. Sin embargo, en ese momento era evidente que no podía dejarse llevar por sus ensoñaciones con él.


-Y supongo que también eres famoso -dijo en tono de acusación.


-Obviamente, no tanto como creía.


-No te ofendas. No suelo leer las páginas de economía de los periódicos.


-¿Y Nico sí?


-No. Es periodista de deportes.


Pedro rió.


-Creo que estás siendo algo severa. Una vez conocí a un periodista de deportes que había leído un libro.


Paula sonrió.


-¿A qué te dedicas? ¿Trabajas con inmobiliarias? ¿Por eso has venido a la vieja mansión?


-Sí, mi empresa tiene negocios inmobiliarios.


Pedro no se molestó en añadir que entre sus negocios no se encontraba la renovación de mansiones de zonas rurales como aquella. 


Poseía varios hoteles de lujo en diversas capitales de todo el mundo, así como edificios de oficinas e incluso estadios deportivos.


-Entonces, ¿eres algo así como un promotor inmobiliario?


-Ese es uno de los aspectos donde nos hemos diversificado durante los últimos años.


-¿Hemos? ¿Por qué hablas en plural?


-Porque no es un negocio de una sola persona. Mi hermana Catalina trabaja directamente en la gestión de la cadena de hoteles y mi primo Dario se nos acaba de unir. En cuanto a mi hermano pequeño, acaba de terminar la carrera y espero que...


-¡Pero si me dijiste que no tenías familia! -exclamó.


-¿Yo hice eso?


-Sí.


-Bueno, son encantadores pero algo pesados, sobre todo en Navidad. ¿No has deseado nunca se hija única?


-Cuando estoy cerca de Nico, sí.


-Oh, vamos, solo intenta protegerte.


Paula no podía creer que Pedro estuviera defendiendo a Nico.


-¿Olvidas que intenta protegerme de ti?


-No lo olvido. Tengo la desagradable sensación, cuando está cerca, de que va a preguntarme cuáles son mis intenciones contigo.


-Ya lo sabe. Ese es el problema.


Pedro la miró y pensó que cada vez que la miraba, la deseaba con todas sus fuerzas.


-Pues tal vez podría decírmelo.


-¿Cómo?


-Que tu hermano podría decirme lo que siento por ti ya que tanto le interesa. Pero entonces tendría que decir que no puedo mirarte sin querer susurrarte cosas al oído. Que no puedo ver tu boca sin...


-Basta ya. Si sigues así, nos estrellaremos.


-En ese caso tal vez sería mejor que aparques en algún lado. Preferiblemente, en un lugar tranquilo y alejado.


-No quiero que me digas esas cosas. Parece que no tienes nada mejor que hacer que molestarme.


Pedro suspiró.


-De hecho, he traído trabajo conmigo.


-Me siento honrada -se burló.


-¿Siempre les has puesto las cosas tan difíciles a tus novios?


-Tú no eres mi novio. Ni siquiera eres mi amigo.


-Soy tu amante.


-Solo de una noche. Escucha, Pedro, comprendo que puedas hacerte ilusiones, pero lo de anoche no fue...


Pedro la interrumpió:
-No te creo.


-Normalmente no actúo de ese modo.


—Entonces, eso quiere decir que lo de anoche fue especial.


-Fue una locura, un error. Comprendo perfectamente que otras personas tengan una manera distinta de hacer las cosas, pero no es la mía.


-Yo diría que sí.


-¿Es que no has oído nada de lo que he dicho?


-Has hecho mucho ruido, pero no me has rechazado.


-¿Y eso bastaría?


-Lo creas o no, sí.


La tensión del ambiente era tal que ella decidió cambiar de tema para aliviarla un poco.


-No te has puesto el cinturón de seguridad.


-No puedo. Me duelen las costillas.


-No seas tan quejica.


-Está bien, me lo pondré, tú eres la jefa... Pero sobre lo de anoche...


-No sigas. Además, ¿se puede saber por qué has venido a este lugar?


-Tal vez me cansé de que la gente se empeñara en rehabilitarme.


Paula no lo comprendió.


-No te entiendo.


-No importa. Prefiero que sea así por el momento.



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