martes, 24 de diciembre de 2019
CAPITULO 18
Paula ya tenía bastantes revelaciones. Le costaba mucho conducir porque no podía quitarse a aquel hombre del pensamiento. Era tan desesperante que frenó, paró el vehículo y salió de él sin molestarse en apagar el motor.
Pero Pedro lo apagó por ella y la siguió al exterior.
-¡Márchate! -protestó ella.
-¿Te encuentras bien?
-Obviamente no. No soporto pasar más tiempo contigo en el interior de un coche.
-Es bastante intenso, ¿verdad?
-¿Estás diciendo que tú también te sientes incómodo? -preguntó con asombro.
-Sí. No puedo dejar de pensar en lo que pasó anoche ni en lo mucho que deseo que vuelva a pasar.
-Solo fue una experiencia sexual.
-Una experiencia excepcional -puntualizó él-. Además, todas las relaciones comienzan de algún modo.
-¿Relaciones? No quieres mantener ninguna relación.
-¿Y cómo sabes lo que yo quiero?
-¿Es que sabes lo que quieres?
-Tal vez no. Bueno, no. No quiero una relación. Pero tampoco me gusta el celibato. Lo único que sé es que te deseo.
En aquel momento se miraron y ella sintió que el oxígeno desaparecía rápidamente de sus pulmones. Sus pensamientos eran un completo caos e intentó convencerse de que no debía dejarse seducir por un hombre que le hablaba de aquel modo, aunque se llamara Pedro Alfonso.
-Es un bonito cumplido.
-No pretendía hacer ningún cumplido -dijo Pedro, sin poder apartar la vista de ella.
-Entonces, ¿qué pretendías hacer, además de volverme loca? Yo no tengo ni tiempo ni energía ni ganas de mantener una aventura vacacional.
-Pero estás de vacaciones.
-Mi madre se ha marchado, mi padre necesita atención constante y varias docenas de familiares van a venir en cualquier momento y ni siquiera he preparado comida -declaró, con ojos llenos de lágrimas.
Pedro se acercó a la mujer y la abrazó.
-¿Intentas decirme que este no es un buen momento para nosotros?
Paula quería llorar. Se sentía frustrada y se dijo que por muy bien que se sintiera entre sus brazos, solo estaba dejándose dominar por sus hormonas. De haber deseado una simple relación sexual con él, no habría tenido ninguna queja: era un amante perfecto. Pero quería llegar más lejos y no podía olvidar lo que había sucedido con Miguel. No olvidaba que un día su esposa había llamado a su puerta, con sus hijos, para rogarle que no le robara el marido.
Ella no sabía que estaba casado, y él se limitó a decirle que no se lo había contado porque no quería hacerle daño.
-Estás realmente preocupada por tu madre, ¿verdad?
La pregunta de Pedro la devolvió a la realidad.
-¿Te importa? Oh, vamos, lo único que te importa es acostarte conmigo.
El comentario de Paula molestó mucho a Pedro, pero a pesar de todo intentó controlar su enfado.
-Mira, no sé cuánto tiempo puede durar nuestra relación. Tal vez días, meses, quién sabe. Pero deberíamos hacer algo para descubrirlo. De lo contrario siempre nos arrepentiremos por no haberlo intentado. Sé que te sientes culpable por lo de anoche, pero no tiene sentido que te castigues con ello.
-No me castigaría si no me lo recordaras constantemente.
-No niego que te deseo y que quiero volver a acostarme contigo. Sin embargo, no he dicho que quiera limitar nuestra relación a la cama -declaró Pedro-. Es obvio que estás preocupada con el asunto de tu madre y tal vez te sentirías mejor si hablaras con alguien que no está involucrado directamente en el problema. No soy totalmente insensible.
Paula lo miró y supo que estaba siendo sincero.
-Hablé con ella el día antes de que se marchara y no me dijo que tuviera ningún problema...
-¿Crees que has hecho algo malo?
-Yo no, pero tal vez sí lo hemos todos nosotros. Me refiero a la familia. De lo contrario, ¿por qué se marcharía antes de Navidad? Se ha asegurado de que no podamos ponernos en contacto con ella.
-Quizá el problema sea suyo.
-Sea como sea, la familia está para estas cosas. Cuando la necesitas, no te cierras en ti misma. Además, ese comportamiento no es típico de ella. Mi pobre padrastro está convencido de que es culpa suya.
-Pero tú no lo crees.
-No. Y no entiendo cómo se ha podido marchar sin hablar con nosotros.
-Entonces tendrás que preguntárselo cuando regrese.
-Si es que regresa...
-¿No sabes cuánto tiempo va a estar fuera?
-No, así que estoy intentando que todo salga como si ella estuviera aquí.
-Acabarás en la tumba si sigues así, Paula. El secreto de saber dirigir está en saber delegar. Deberías intentarlo. Tal vez así descubrieras que tienes tiempo para llevar una vida propia. Y como sabes, estoy personalmente interesado en ello.
-¿Y cómo voy a hacerlo?
-¿Quieres saberlo?
Paula sonrió.
-Si no quisiera, no lo habría preguntado.
-Haz una lista de las cosas que tienes que hacer. Encárgate de lo que puedas y reparte el resto de los trabajos entre los demás. Y no me digas que no eres capaz de dar órdenes, porque sabes hacerlo de sobra. De hecho, me das bastantes órdenes y me gusta. En algunos momentos, me agradas.
-¿Y el resto del tiempo?
-Quiero estrangularte.
-¿Ahora quieres estrangularme?
-No. Ahora quiero otra cosa. Hacía mucho tiempo que no deseaba despertar tumbado junto a otra persona.
-¿Me estás diciendo que eres célibe?
-No, por supuesto que no. Pero desear acostarme con alguien no es lo mismo que desear despertar con alguien. El sexo es solo algo que incluyo en mi agenda, como todo lo demás.
—Eso suena terrible.
-Ya me lo habían dicho antes.
-Quieres besarme -dijo como afirmación, no como pregunta.
-Para empezar, sí -confesó él.
-Pues entonces, hazlo.
Paula no tuvo que esperar demasiado. Pedro se inclinó sobre ella y la besó mientras le acariciaba la espalda. Paula se aferró a él, pero enseguida recordó sus heridas.
-Oh, lo siento, te he hecho daño.
-Si no puedo soportarlo, te lo diré.
-Yo no creo que pueda soportar mucho más que esto. Te deseo demasiado.
Paula no sabía lo que le estaba pasando.
Después de su experiencia con Miguel había sido muy cauta, incluso hasta extremos patológicos. Se preguntó si su amiga Jennifer aprobaría el comportamiento de la nueva Paula, una mujer apasionada completamente capaz de dejarse llevar por el deseo. Pero no le importó. Necesitaba acción, no análisis. Necesitaba a Pedro.
-¿Quiere esto decir que dejaras de intentar alejarme de tu vida?
-No recuerdo haber hecho eso.
Pedro le acarició el cuello y volvió a besarla mientras ella se apretaba con fuerza contra él. Al sentir su erección, se preguntó si estaría permanentemente excitado.
-Teniendo en cuenta lo que sucede entre nosotros, tal vez sería mejor que continuáramos en otra parte -comentó él, de repente-. ¿Crees que podrías conducir?
Paula asintió con fuerza. Deseaba tanto acostarse con él que habría sido capaz de volar para hacerlo en aquel preciso instante.
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