martes, 24 de diciembre de 2019
CAPITULO 21
Paula se echó el pelo hacia atrás y contempló la decoración del árbol navideño. Acababa de oír que la puerta de la casa se había abierto a sus espaldas.
-¿Podéis encender la luz? —preguntó-. Está oscureciendo.
-Es cierto -dijo una voz muy familiar.
La mujer se dio la vuelta y miró a Pedro.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-¿Siempre saludas a tus amantes de un modo tan cariñoso?
-Calla. Alguien podría oírte.
El gesto de Pedro dejó bien claro que le importaba muy poco lo que pensaran los demás. La tomó de la mano y ella quiso apartarse, pero él se la besó.
-¿Qué haces aquí? -volvió a preguntar.
-Llamé a la puerta y me han dicho que estabas aquí.
-¿Quién te lo ha dicho?
-Uno de los gemelos, no sé cuál.
-Pensé que podía haber sido mi hermanastra, Clara.
-¿Clara? ¿Una mujer rubia, alta y muy insistente?
-Ya veo que os habéis encontrado.
-No exactamente. La vi a través de la ventana de mi casa. Estaba llamando a la puerta.
-Pero si no tienes puerta...
-Ahora sí, y también tengo electricidad. Pensé que si iba a quedarme no era necesario sufrir más, así que hice unas cuantas llamadas telefónicas.
-¿Y no abriste a mi hermana?
-Te recuerdo que vine aquí para estar tranquilo.
-Pensé que solo era porque odiabas las navidades.
—Pues no es así.
-En tal caso, ¿por qué buscas mi compañía? Yo también soy una persona.
-Sí, pero tú eres especial.
Paula se estremeció. No quería hacerse ilusiones con él. Cuando no estaba a su lado, conseguía convencerse de que era perfectamente capaz de superar su deseo. Pero su presencia bastaba para hundir todas sus buenas intenciones.
-¿Por qué has venido, Pedro?
-¿Te refieres a esta casa? ¿O estás hablando de nuestra relación? —preguntó él-. Te noto extraña, Paula. ¿Qué ha pasado?
-Nada.
-Entonces, ¿por qué no me miras? Mírame -ordenó.
Paula lo hizo.
-Nico me contó lo de Jhoana. Lo siento muchísimo, Pedro.
-Comprendo. Y ahora, quieres animarme y conseguir que lo olvide -declaró con seriedad.
-No. No lo olvidarás nunca y es lógico que no quieras hacerlo. Pero me preocupa mantener una relación con una persona que lleva un peso tan grande a sus espaldas.
-¿A qué te refieres? ¿A la angustia, al dolor? -preguntó él, arqueando una ceja.
-No pretendía sonar grosera.
-No te disculpes por ser sincera, Paula.
Paula no dijo nada.
-Oh, lo siento.
-¿Por qué? -preguntó ella.
-Me estoy poniendo a la defensiva sin querer. Además, te debo una disculpa. Al principio pensé que eras la típica mujer que está deseando cazar a alguien para casarse y tener hijos.
-¿Yo? Ni siquiera me he planteado algo así.
—Es posible. De todas formas, las cosas ocurren cuando menos te lo esperas.
-¿Eso es lo que pasó contigo y con tu difunta esposa? -preguntó, antes de pensar lo que estaba diciendo-. Discúlpame, no pretendía entrometerme en tu vida.
-Jhoanne y yo estábamos hechos para vivir juntos. Nuestros padres tenían una relación muy cercana. La primera vez que me propuso casarme con ella, tenía siete años. La siguiente vez fui yo quien lo propuso, mucho tiempo después. Pero esas cosas solo pasan una vez.
-¿Y después?
-Después, todo ha terminado. Pero hay otras cosas. Como el sexo.
Paula supo que Pedro se estaba condenando a un futuro oscuro y que de paso la estaba condenando a ella. Pero no podía evitar desearlo.
-¿Y eso es suficiente para ti? Me parece muy triste. Estás intentando llenar un hueco en tu existencia con una simple diversión.
-Hablas como mi madre.
-Para mí, el sexo no es suficiente, Pedro.
-Pensé que disfrutabas con ello -dijo, algo dolido.
-Al principio sí, pero ahora no.
-¿Cambiarías de opinión si convirtiéramos nuestra relación en algo más formal?
-¿Más formal?
-Sí. En una relación exclusiva. Solos tú y yo.
-¿Quieres decir que no te acostarías con nadie más?
-Quiero decir que ninguno de los dos se acostaría con nadie más -puntualizó.
-Eso sería un gran sacrificio.
-A mí me parece lógico. Los dos queremos las mismas cosas. Tú no quieres comprometerme y yo ya he pasado ese momento -declaró él-. ¿O es que sigues pensando que no soy un desastre emocionalmente hablando?
-Bueno, no se puede negar que llevas muy bien encaminada tu vida laboral. Pero la emocional...
-Ya veo que Nico te ha contado muchas cosas.
-Sí. Mencionó que ni siquiera dejaste de trabajar después del accidente.
-Es verdad. Y parte de la prensa no me perdonó por haber seguido viviendo después de la muerte de Jhoana. Pero no me siento cómodo con el papel de héroe trágico. El interés de lo periodistas por la vida privada de las personas es ilimitado. Empezaron a investigar y a preguntar por mí a prácticamente cualquier persona, incluso a personas cuya relación conmigo se limitaba a saludarme.
-No tienes que explicar nada. Supongo que te concentraste en el trabajo para no pensar en ello.
-Sí, esa era la teoría, pero no siempre funciona. Además, mi falta de cooperación con la prensa solo sirvió para aumentar su interés, y alguna de mis ex amantes se ha hecho rica vendiéndoles información de todo tipo.
-¿Estás intentando decirme que mantener una relación contigo podría resultarme muy conveniente?
-Maldita sea, claro que no. No hablaba de ti.
-Será mejor que no.
-Estás enfadada conmigo. Pero ¿por qué?
-¿De dónde has sacado que estoy enfadada contigo? -preguntó con ironía.
-Deja que te lleve a cenar y podremos hablar tranquilamente.
Paula no quería seguir hablando con él.
-No quiero cenar contigo.
-¿Por qué?
-Tengo muchas cosas que hacer.
-Pero también tienes que comer.
-Además, es la primera noche de Clara en casa.
-Oh, vamos. He reservado una mesa a las ocho y media. Aún tienes veinte minutos para vestirte.
-¿La gente siempre hace lo que tú quieres que hagan?
-Ya solo te quedan diecinueve minutos.
-No reacciono bien ante los ultimátums -le advirtió, con una sonrisa-. Además, tú no puedes conducir y yo les he prestado el coche a los chicos esta noche.
-Buen intento, pero no te ha servido de nada. He contratado a un chófer.
-¿Y no le parece un poco extraño que vivas en esa mansión destartalada?
-No lo sé, no se lo he preguntado. Pero te diré que la excentricidad solo está mal vista cuando no se tiene dinero, Paula.
-Es una forma un tanto dura de ver las cosas.
-Lo creas o no, el mundo funciona así.
-Cierto, pero eso no quiere decir que me guste.
-Es verdad, no tiene que gustarte. Soy quien tiene que gustarte. ¿Te gusto?
La pregunta la sorprendió y la incomodó. Pero no tanto como la intensidad de su mirada.
-¿Que si me gustas? -acertó a preguntar-. Ni siquiera te conozco.
Por un momento, Paula pensó que Pedro iba a insistir en el asunto. Pero no lo hizo y cambió de tema.
-Bueno, tengo hambre y me debes una comida -dijo con una sonrisa.
-Pero todavía no he terminado de decorar el árbol de Navidad...
-Yo diría que está muy bien así. Le has puesto tantas cosas que si añades una más es posible que se hunda -declaró él.
-Mi madre siempre coloca todos los adornos que hemos ido acumulando desde la infancia. Cada uno de ellos tiene su propia historia.
-Sí, pero los árboles solo pueden soportar cierto peso...
Paula pensó que ella también tenía un límite con la proximidad de Pedro que podía soportar. Al sentir el roce de su mano en un hombro, sintió una descarga eléctrica por todo su cuerpo.
-No puedo...
La mujer no terminó la frase. Como dominada por una fuerza oculta, comenzó a mirarlo desde los pies hacia arriba y se detuvo en su entrepierna. Estaba excitado, no cabía duda alguna. Quiso pedir socorro, pero naturalmente nadie fue en su ayuda.
-¿Ibas a decir que no puedes estar sin tocarme?
-No iba a decir eso.
-No es necesario.
-¿Tanto se nota? Pues bien, no pienso ir a cenar contigo.
-Por supuesto que vendrás.
-No voy a ir porque no tenemos nada de lo que hablar.
-Está bien, en tal caso no hablaremos. En lugar de hablar, podemos hacer esto.
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